martes, 24 de junio de 2008

Nicolás Copérnico - Nicolas Copernico


NICOLÁS COPÉRNICO


Nace: 19 de febrero de 1473, Torún, Polonia.

Muere: 24 de mayo de1543, Frauenberg, Prusia del Este (ahora en Polonia).

Trabajos más significativos: “Commentariolus (Pequeño comentario, 1540)” y “De Revolutionibus Orbium Coelestium (Sobre las revoluciones de las esferas celestes, 1543)”.

ÍNDICE

Legado.

Ideas Principales.

Biografía.

Teoría Heliocéntrica.

De Revolutionibus Orbium Coelestium.

Conclusión.

Figuras 1, 2 y 3. - Observar Entrada: "Imágenes Copérnico".

Bibliografía.

Internetgrafía.

Legado

Nicolás Copérnico era matemático, astrónomo, jurista, físico, clérigo católico, gobernador, administrador, líder militar, diplomático y economista. Y aunque junto con sus extensas responsabilidades, la astronomía figuraba sólo como poco más que una distracción, es considerado como el fundador de la astronomía moderna. En el sentido de que proporcionó las bases que permitieron pasar de un Cosmos geocéntrico (idea que había prevalecido hasta entonces - Véase obra de Ptolomeo), a un Cosmos heliocéntrico.

Así, lo que se conoce como la Revolución Copernicana es la formulación de la teoría heliocéntrica: la Tierra y los planetas giran alrededor del Sol. [1]

Ideas principales [2]

  • El mundo es esférico.
  • La tierra también es esférica.
  • La tierra junto con el agua forman una misma esfera.
  • La tierra no está en el centro del Universo.
  • El centro del Universo se encuentra cerca del Sol.
  • El Sol y los planetas no se mueven alrededor de la Tierra, sino, que la Tierra y los demás planetas se mueven alrededor del Sol.
  • Orbitando el Sol, en orden, se encuentran Mercurio, Venus, la Tierra y la Luna, Marte, Júpiter, y Saturno.
  • Las aparentes “vueltas” que los planetas realizan en sus movimientos por el cielo no son movimientos reales, sino sólo meras apariencias causadas por nuestra posición en la Tierra y por el movimiento de la Tierra alrededor del Sol.
  • Las apariencias de la rotación del cielo en torno a la Tierra se debe que estamos en la superficie de la Tierra y a que la Tierra está rotando sobre su eje cada 23 horas con 56 minutos.
  • La Tierra tiene tres movimientos: la rotación diaria, la revolución anual y la inclinación anual de su eje.
  • El movimiento de los cuerpos celestes es uniforme, circular, o compuesto de movimientos circulares y uniforme.
  • El movimiento retrógrado de los planetas es explicado por el movimiento de la Tierra.
  • La distancia de la Tierra al Sol es pequeña comparada con la distancia a las estrellas.
  • Es imprudente para un gobierno el permitir que dos tipos de moneda circulen al mismo tiempo; si el mal dinero circula a la par del bueno, este último desaparecerá rápidamente y sólo el malo subsistirá.

Biografía[3]

Nicolás Copérnico, (en polaco: Mikolaj Koppernigk, en latín: Nicolaus Copernicus) nació en Torún, un pueblo situado en Prusia que en ese entonces formaba parte del reino de Polonia, y que a lo largo del tiempo cambió de manos. Hoy es parte de Polonia.


El padre de Copérnico murió cuando tenía diez años, y por lo tanto, el tío del niño, un clérigo próspero llamado Lukas Watzenrode asumió la responsabilidad por su bienestar y educación. Como obispo de Varmia, el tío fue responsable de que Copérnico aceptara los cánones de su catedral y le consiguió un ingreso económico estable para el resto de su vida.

Copérnico estudió en la Universidad Cracovia (1491-1494) bajo las directrices del matemático Wojciech Brudzewski, luego viajó por Italia y se inscribió en la Universidad de Bolonia (1496-1499) para estudiar Leyes. En 1500, fue a París y tomó un curso de Ciencias y astronomía. En 1501, volvió a su patria para ser nombrado canónigo en la Catedral de Frauenburg, al tiempo que se inscribió en la Universidad de Padua (1501-1506) para estudiar Medicina, Griego y Filosofía, y trabajaba como asistente del prominente astrónomo Domenico da Novara. Después de estudiar dos o tres años (insuficiente para conseguir su título de Medicina), se inscribió en la Universidad de Ferrara (1503), donde obtuvo el grado de Doctor en Derecho Canónico.

Reinstalado definitivamente en su país en 1523, se dedicó a la administración de la diócesis de Varmia, ejerció la medicina, ocupó cargos administrativos y llevó a cabo su inmenso y primordial trabajo en el campo de la astronomía.

Como todos los clérigos de su tiempo y el nuestro, Copérnico estaba inclinado a ser algo escéptico de las doctrinas y reglas de la Iglesia. Existe evidencia que estaba inclinado a burlar un poco sus votos de castidad con una mujer que había trabajado como su sirvienta y que se había casado con un hombre impotente. Poco tiempo después, ella y la mujer que era su nueva jefa pasaban por el pueblo de Copérnico después de haber visitado una feria. El jóven clérigo fue hospitalario y les ofreció que pasaran la noche en su hogar, lo que causó que el obispo cuestionara seriamente su comportamiento.

Más adelante, durante la década de sus 60 años, a Copérnico se le cuestionó por sus relaciones con varias mujeres, entre ellas Anna Schilling, a quien Copérnico llamaba su “amante” en una letra al obispo. El obispo, por su parte, se indignó tanto con la misiva que ordenó expulsar a todas las “prostitutas” (muchas de ellas, sirvientas de los clérigos), de su diócesis.

Aún después de la muerte de Copérnico, el obispo no permitió que Anna Schelling regresara a vivir a su casa, porque podía “contagiar su enfermedad entre otros inocentes clérigos".

Finalmente, Copérnico murió el 24 de mayo de 1543. Y en 2005, un equipo de arqueólogos de Polonia afirmó haber hallado sus restos en una iglesia de aquel país.

La teoría Heliocéntrica

“No hay evidencia que indique si Copérnico estaba consciente del impacto que su teoría tendría sobre el pensamiento humano. No obstante, poco tiempo después de ser publicada, era obvio que la teoría de Copérnico era más elegante y poderosa que la explicación geocéntrica del sistema de Ptolomeo”.[4]

Quien sea que se acueste por unos minutos sobre una pradera en una noche despejada y sin luna, no podrá evitar la sensación de que las estrellas rotan alrededor de la Tierra. Pues, nada sería más natural que asumir que las estrellas se mueven la Tierra está inmóvil. Sin embargo, después de un análisis detallado del movimiento aparente de los astros se puede llegar a observar que hay dos estrellas, que están sobre los Polos de la Tierra (en el hemisferio Norte, la referencia es la Estrella del Norte, y en el Hemisferio Sur, la referencia es la Estrella del Sur); que permanecen en el mismo lugar, mientras que todas las otras estrellas describen un movimiento parabólico más amplio. Y también se podrá observar que hay ciertas estrellas que describen un movimiento diferente, es decir, algunas estrellas siguen un movimiento similar al de las otras estrellas, pero a veces parecen detenerse, acelerarse e incluso cambiar de trayectoria dependiendo de la época en el año en el que las estemos observando[5]. (En los tiempos de Copérnico ya se sabía que éstas estrellas con movimientos irregulares no eran estrellas, sino planetas, y por lo tanto, el problema consistía en explicar el movimiento de los planetas en relación a la Tierra y a los otros astros en el cielo).

Durante siglos se creyó que la Tierra estaba en el centro del Universo y que todos los astros se movían a su alrededor. En la Biblia, Josué dice que detuvo el movimiento del sol (con ayuda de Dios) para que pudiera completar su victoria contra un pueblo enemigo de Israel. Aristóteles y casi todos los pensadores griegos de importancia creían que la Tierra estaba compuesta de una sustancia muy pesada que tendía, naturalmente, a moverse hacía el centro del Universo, mientras que los astros estaban compuestos de substancias más livianas y cuyo movimiento natural era hacía arriba o circular [6]. Sin embargo, fue durante el Siglo II, cuando Ptolomeo (en latín: Claudius Ptolemaus), desarrolló una explicación para el movimiento de los planetas que prácticamente sentó las bases para la astronomía moderna. (Aunque Ptolomeo no dejó de colocar a la Tierra en el centro del Universo, logró explicar de una manera coherente el movimiento de los planetas). Pasaron los siglos (cerca de 13), y la observación astronómica se hizo más exacta gracias a la acumulación de datos durante este tiempo, lo que permitió que los científicos utilizaran el sistema y métodos de Ptolomeo al grado de perfeccionarlos y detallar con gran precisión los movimientos de los principales cuerpos celestes. O, como afirma Thomas Kuhn en su obra La Revolución Copernicana: “Copérnico y sus contemporáneos disponían de datos astronómicos acumulados a lo largo de trece siglos, periodo mucho mayor que el cubierto por las observaciones del propio Ptolomeo, con lo que gozaban de la posibilidad de someter sus sistemas a una verificación mucho más sensible. En otras palabras, por fuerza debían percatarse mucho mejor de los errores inherentes al antiguo enfoque astronómico”. [7] Lo que dio lugar a que ya no existiese “[...] un solo sistema ptolemaico, sino una decena o más de ellos, y su numero se multiplicaba con inusitada rapidez al ir en aumento el número de astrónomos técnicamente cualificados. Todos estos sistemas se basaban sobre el modelo expuesto en el Almagesto; por consiguiente, eran sistemas ptolemaicos”. [8]

Insatisfecho con la teoría de Ptolomeo, Copérnico buscó otra aproximación para explicar el fenómeno del movimiento de los astros, y específicamente, el de los planetas[9]. “El De revolutionibus fue escrito con el objeto de resolver el problema de los planetas que Copérnico opinaba que ni Ptolomeo ni sus sucesores habían sabido solucionar”. [10] - O los planetas son los que se acercan y se alejan de la tierra, o es la tierra la que se aleja y acerca a ellos –.

Entre 1502 y 1514, Copérnico trabajó en su “Commentariolus” (Pequeño Comentario) - un texto corto escrito a mano que describía sus ideas sobre la hipótesis heliocéntrica y que representaría el primer trabajo que presentaba un argumento sistemático que sostuviera la teoría de que la Tierra es un planeta más del Sistema Solar. Ya habían existido otras obras que postulaban la misma proposición, pero ninguna con la precisión matemática que presentó Copérnico. Y aún más importante, fue la primera vez que se argumentó con bases empiristas (científicas) que el movimiento de los astros no era real, sino que era una apariencia provocada por el movimiento de la Tierra. Los planetas no se desaceleran, aceleran o cambian de dirección, sino que aparentan estos movimientos porque la velocidad de la Tierra sobrepasa la de los planetas y neutraliza el movimiento aparente de los mismos. Teorías fueron elaboradas y refinadas con los años, y finalmente, fueron publicadas el mismo año de la muerte de Copérnico, bajo el título: “De revolutionibus orbium caelestium”. La obra que demuestra cómo “Por primera vez un astrónomo técnicamente competente había rechazado la tradición científica consagrada por razones intrínsecas a su campo de estudio, y este reconocimiento profesional de un error técnico inauguraba la revolución copernicana”.[11]

Sobre las Revoluciones de las Esferas Celestes

(De revolutionibus orbium caelestium)

“ […] la importancia del De revolutionibus está menos en lo que dice por sí mismo que en lo que ha hecho decir a otros. El libro dio nacimiento a una revolución que él apenas había esbozado, por lo que es lícito hablar de un texto provocador de revolución antes que de un texto revolucionario propiamente dicho”.[12]

De revolutionibus fue escrita a lo largo de unos veinticinco años de trabajo (1507-32), y fue publicada póstumamente el 1543, por Andreas Oseiander (amigo cercano de Copérnico). Muchas de las ideas básicas y de las observaciones que ésta obra contiene circularon a través de un opúsculo titulado The hypothesibus motuum coelestium a se constitutis commentariolus (no editado hasta 1878), que, pese a su brevedad, es de una gran precisión y claridad.

En 1533, Johann Albrecht Widmannstetter envió a Roma una serie de cartas resumiendo la teoría de Copérnico. Éstas fueron oídas con gran interés por el papa Clemente VII y varios cardenales católicos. En 1536, el trabajo de Copérnico estaba cercano a su forma definitiva, y rumores acerca de su teoría habían llegado a oídos de toda Europa. Pero, a pesar de la presión ejercida por parte de diversos grupos, Copérnico retrasó la publicación de su libro, tal vez por miedo al criticismo. Por lo que algunos historiadores consideran que de ser así, estaba más preocupado por el impacto en el mundo científico que en el religioso. O, como dice Kuhn: “Puede constatarse este hecho casi en las primeras líneas de la carta-prefacio que Copérnico antepuso al De revolutionibus con el fin de bosquejar la motivación, el origen y la naturaleza de su obra científica” [13]:

Al Santísmo Padre, Papa Pablo III

Prefacio de Nicolás Copérnico a los Libros de las Revoluciones

Me doy perfecta cuenta, Santísimo Padre, de que ciertas personas, desde el momento en que conozcan que en estos libros sobre las revoluciones de las esferas del mundo atribuyo ciertos movimientos a la tierra, clamarán pidiendo una rápida condena, tanto de mi persona como de mi opiniones. Ahora bien, no estoy tan satisfecho con mi propio trabajo como para dejar de lado los juicios de los demás, y si bien no ignoro que los pensamientos del filósofo están lejos de hallarse bajo el control del juicio del vulgo, pues la tarea de aquél es buscar la verdad en todas las cosas en la medida que Dios se lo permite a la razón humana, no por ello dejo de considerar que debe huirse de las opiniones abiertamente contrarias a la recta razón. Por tal motivo, cuando pensaba cuán absurda considerarían mi interpretación de que la tierra se mueve aquellos que saben que el juicio de los siglos confirma la opinión de una tierra inmóvil situada en el centro del universo, me preguntaba una y otra vez si debía exponer por escrito mis comentarios para demostrar su movimiento o, por el contrario, si no era mejor seguir el ejemplo de los pitagóricos y algunos otros que, tal como nos lo testimonia la carta de Lisias a Hiparco, solían transmitir los misterios de la filosofía sólo a sus amigos y allegados y no por escrito, sino de viva voz. […] Sin embargo, mis amigos me disuadieron al fin los prolongados titubeos y resistencias […] exhortándome para que dejara a un lado mis temores y permitiera por fin la publicación de mi obra para mayor provecho de todos cuantos se ocupan en el estudio de las matemáticas. […] Por consiguiente, no quiero ocultar a Vuestra Santidad que lo único que me impulsó a buscar otra forma distinta de deducir los movimientos de las esferas fue el hecho de percatarme de que no existe acuerdo entre las investigaciones de los diferentes matemáticos. […] En cuanto aquellos que imaginaron la existencia de excéntricas, si bien parece que con su ayuda han podido deducir en gran parte y calcular con exactitud los movimientos aparentes, se han visto en la necesidad de admitir para ello muchas cosas [como la utilización del ecuante] que parecen violar el primer principio concerniente a la uniformidad de los movimientos. Finalmente, en lo que respecta al problema principal; es decir, la forma del mundo y la inmutable simetría de sus partes, no han podido encontrarla ni deducirla. Su obra puede ser comparada a la de un artista que, tomando de diversos lugares manos, pies, cabeza, y demás miembros humanos – muy hermosos en sí mismos, pero no formados en función de un solo cuerpo, y por lo tanto, sin correspondencia alguna entre ellos-, los reuniera para formar algo más parecido a un monstruo que a un hombre. […] Una vez perfilados y acabados estos estudios, someto sus resultados al juicio de Vuestra Santidad, así como al de todos los demás sabios matemáticos”.

Sin embargo, como dice Kuhn: “Dejando aparte el libro primero, que es una introducción al problema, el resto de la obra es demasiado matemática para que pueda ser leída y comprendida por quienes no sean expertos astrónomos”.[14] Pues, “Lo que Copérnico encontraba monstruoso no era la cosmología o la filosofía, sino la astronomía planetaria matemática, y sólo fue su deseo de modificar esta última el que le obligó a poner la tierra en movimiento”.[15]

Así mismo, hay que destacar que Copérnico no fue el primer intelectual en sugerir el movimiento de la tierra, y “[…] tampoco pretendió jamás haber redescubierto por sí mismo tal idea”. [16] Otros estudiosos, a los que Copérnico hace referencia en su obra, ya habían tratado dicha hipótesis. “Aunque no mencione de forma explícita, y esto era moneda de uso del Renacimiento, los trabajos de sus predecesores más inmediatos que creyeron que la tierra estaba, o podía estar, en movimiento, parece lícito suponer que tuvo conocimiento de algunos de ellos. Por ejemplo, aunque pueda haber carecido de toda noticia acerca de las contribuciones de Nicolás de Oresme al tema, es muy probable que como mínimo hubiera oído hablar del célebre tratado en que el cardenal Nicolás de Cusa deducía el movimiento terrestre de la pluralidad de mundos existente en el seno de un universo neoplatónico ilimitado. A pesar de que el movimiento de la tierra jamás había llegado a ser un concepto demasiado extendido, no puede afirmarse que en pleno siglo XVI careciera de precedentes. Lo que sí carecía de precedentes era el sistema matemático elaborado por Copérnico, y basado en el movimiento terrestre”. [17]

“La descripción completa del sistema copernicano aparece en los últimos libros de De revolutionibus.[18] Pero cabe señalar que, aunque en el prefacio de De revolutionibus se argumenta en contra de la astronomía ptolemaica por su impresición complejidad e incoherencia, antes de concluir, el texto de Copérnico ya se hacía reo de idénticas debilidades. Es decir, “El sistema de Copérnico no es ni más simple ni más preciso que el de Ptolomeo, y los métodos empleados por Copérnico para elaborarlo parecen ser tan poco aptos como los ptolemaicos para aportar una solución global y coherente al problema de los planetas”. [19]

Conclusión.

La física y la cosmología de Copérnico surgió porque para él, el movimiento terrestre, como señalamos más arriba, era un derivado del problema de los planetas. “Se apercibió del movimiento de la tierra al examinar los movimientos celestes”.[20]

Sin embargo, como señala Kuhn: “Desde un punto de vista estrictamente práctico, el nuevo sistema planetario de Copérnico fue un fracaso; no era ni más preciso ni mucho más simple que el de sus predecesores ptolemaicos. [Pero], desde un punto de vista histórico, el nuevo sistema gozó de un enorme éxito. El De revolutionibus convenció a algunos de los sucesores de Copérnico de que la astronomía heliocéntrica detentaba la clave del problema de los planetas, y ellos fueron quienes finalmente proporcionaron la solución simple y precisa que Copérnico había andado buscando”.[21] O, dicho de otra manera: Copérnico puede ser considerado como el primer astrónomo moderno que desarrolló un sistema astronómico basado en el movimiento de la tierra; pero, tal como se observa en el De revolutionibus, “[…] también se le puede otorgar el título del último gran astrónomo ptolemaico. [Pues] Quienes abrazaron el concepto de una tierra planetaria en movimiento iniciaron sus investigaciones en el punto en el que se había parado Copérnico. Su punto de arranque era el movimiento de la tierra, lo único que necesariamente tomaban de la obra copernicana, pero los problemas con los que se enfrentaban no eran los de la antigua astronomía, los que habían ocupado a Copérnico, sino los planteados por la nueva teoría heliocéntrica derivada de la tesis del De revolutionibus ”. [22]

Bibliografía.


Coffa, José A. Copérnico. Centro Editor de América Latina, 1969.

Copérnico, Nicolás (1473-1543): Sobre las revoluciones de los orbes celestes. Ed. prep. por Carlos Mínguez y Mercedes Testal. Editora Nacional. Madrid, 1982.

Enciclopedia Británica. “The New Enciclopedia Britannica”. Encyclopedia Britannica Inc. University of Chicago, 1989.

Koyré, Alexandre. Estudios de historia del pensamiento científico. Ed. Siglo XXI Editores. México, 1995.

Koyré, Alexandre. Del mundo cerrado al universo infinito. Ed. Siglo XXI Editores. México, 1996.

Kuhn, Thomas Samuel. La revolución copernicana. Ed. Ariel, 1976.

McGreal, Lan P. “Great thinkers of the western World”. Harper Collins. New York, 1992.

Internetgrafía.

Critical thinking on the web

http://www.austhink.org/critical/

Encyclopedia Britannica.

http://www.britannica.com/eb/article-9105759/Nicolaus-Copernicus

Luventicus, Academia de Ciencias.

http://www.luventicus.org/articulos/03C001/copernico.html

Philosophy Now.

http://www.philosophynow.org/

Philosophy pages.

http://www.philosophypages.com/dy/c9.htm#cope

Space and Motion

http://www.spaceandmotion.com/Philosophy.htm

The Internet Encyclopedia of Philosophy

http://www.iep.utm.edu/


NOTAS:

[1] Mientras que la teoría heliocéntrica había sido formulada por sabios griegos, hindúes y musulmanes siglos antes que Copérnico, su reiteración de que el sol (en lugar de la tierra) está en el centro del Sistema Solar es considerada como una de las teorías más importantes en la historia de la ciencia occidental y se encuentra en su obra: De Revolutionibus Orbium Coelestium (de las revoluciones de las esferas celestes), que es usualmente concebido como el punto inicial de la astronomía moderna.

[2] “Ideas principales” tomadas de las obras:

Coffa, José A. Copérnico. Centro Editor de América Latina, 1969.

Copérnico, Nicolás (1473-1543): Sobre las revoluciones de los orbes celestes / Nicolas Copérnico; ed. prep. por Carlos Mínguez y Mercedes Testal. Editora Nacional. Madrid, 1982.

Kuhn, Thomas Samuel. La revolución copernicana. Ed. Ariel, 1976.

[3] Enciclopedia Británica. “The New Enciclopedia Britannica”. Encyclopedia Britannica Inc. University of Chicago, 1989.

McGreal, Lan P. “Great thinkers of the western World”. Harper Collins. New York, 1992.

[4] La revolución copernicana. 1976. P. 186.

[5]Great thinkers of the western World”. 1992. P. 143. Traducción y adaptación por Diego Miranda.

[6] McGreal, Lan P. “Great thinkers of the western World”. Harper Collins. New York, 1992. P. 141. Traducción y adaptación por Diego Miranda.

[7] Kuhn, Thomas Samuel. La revolución copernicana. Ed. Ariel, 1976. P. 192.

[8] La revolución copernicana. 1976. P. 191.

[9] Además de que es común esperar que las teorías científicas satisfagan otra necesidad: Agregar una sensación de comodidad, seguridad y familiaridad al sentimiento que tienen los individuos en relación con el Universo como un todo, con Dios y con otros.

[10] La revolución copernicana. 1976. P. 187.

[11] La revolución copernicana. 1976. P. 190.

[12] La revolución copernicana. 1976. P. 186.

[13] La revolución copernicana. 1976. P. 188-95.

[14] La revolución copernicana. 1976. P. 184.

[15] La revolución copernicana. 1976. P. 196.

[16] La revolución copernicana. 1976. P. 196.

[17] La revolución copernicana. 1976. P. 196.

[18] La revolución copernicana. 1976. P. 227.

[19] La revolución copernicana. 1976. P. 228.

[20] La revolución copernicana. 1976. P. 197.

[21] La revolución copernicana. 1976. P. 229.

[22] La revolución copernicana. 1976. P. 240-2.

[23] www.fsc.ufsc.br/pesqpeduzzi/imagens-thg3.htm

[24] www.fsc.ufsc.br/pesqpeduzzi/imagens-thg3.htm

[25] www.fsc.ufsc.br/pesqpeduzzi/imagens-thg3.htm

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México D.F., Junio, 2008.

Diego Miranda Álvarez.

Servicio Social en Colegio de Ciencias y Humanidades, Plantel Vallejo. Universidad Autónoma de México, (U.N.A.M.).

Fotografías: www.google.com

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